Tocó esta mañana muy temprano retirar una olla puesta al fuego desde hacía semanas como dicen en La Laguna, un paseo pendiente por este ámbito que creía desolado por el fuego último que nos mantuvo con la boca abierta contenida de asombro entre la belleza y la destrucción. Pero curiosamente la vida sigue brotando desde la oculta raíz con una fuerza impresionante, ya casi el manto está de un verde intenso naciente y vivo, y la tierra se la ve nutrida, preparada para renovar cualquier vida subterránea. Para nada me ha decepcionado la belleza del monte lleno de hollín ni la emoción que embarga la renovación del mismo después de la quema inevitable en la que ningún insecto ni cualquier ser vivo inocente sobrevivió al calor del infierno de entonces. El terror estuvo en lo que duró la confrontación del cielo con el infierno cuando luchaban por la delimitación de la linde a favor de uno mismo. Maldita propiedad privada y maldito interés de dioses despiadados con los quemados y desconsiderados con las consecuencias medioambientales.
Ahora, la aparente quietud de este paseo habla de esperanza y la restauración es evidente en lo que parece inverosímil. Sobre lo muerto lo vivo, sobre lo vivo lo muerto, en su esencia como el final al principio, como el nuevo año al pasado. Maravillosa vida. Espléndida luz del día contigo a mi lado. Josefa Núñez Montoya.
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