BIENVENIDO, BIENVENIDA

Ocurrió en un lugar, ocurrirá y ocurre, corresponden a un verbo tan exclusivamente humano que transporta imaginariamente el espacio en el tiempo con la conciencia del enigma histórico. Las dos coordenadas se enlazan insolubles en esta iniciativa de una madre y de un hijo, de una mujer de casi cincuenta años y de un joven de veintisiete años a los que les une no solo la sanguineidad, que a veces en parecidos proyectos no es tan significativo, sino también la ilusión de emprender un proyecto abierto a la creatividad con soporte informático y compartirlo con los que lo deseen.

¡Que altruista bienvenida desde este lugar donde vivimos como si fuéramos el ojo de Osiris, desplegando con la imaginación nuestro entorno variado, de razas, lenguas, aguas, religiones, como si se tratara de un abanico geográfico, un regalo postrado a los pies de nuestra mirada!

jueves, 26 de febrero de 2009

¿Angel o Demonio?


...siguiendo una propuesta simbólica al mundo de la droga.

Entré en aquel inédito lugar del que pensé que jamás saldría sobre todo por los rostros que al unísono me escrutaron sin piedad. Con el gruñir de la puerta, los risueños cantores cerraron el gesto celestial y con el otro, el endemoniado, apuntaron con un haz de miradas hacia mi. El público, hombres con bombín rojo, mujeres con delantal de lentejuelas, adolescentes de visible desnudez con sobrerillos ridiculos de plumas de pelirrojo enfocaron con un taconazo en el suelo, al unísono, mi lugar. Me convertí en el diminuto hipocentro de la estancia.
Había interrumpido la actuación más esperada del concurso. Miles de horas invertidas durante meses para la presentación del espectáculo de la gran noche, en la que las normas tenían una inverosímil, incuestionable y aplastante consecuencia para aquellos seres estrafalarios y desapercibidos durante el resto del año.
Para ser insignificante como ellos debería desprender probablemente un olor alimonado como el que se percibía en el aire, o arañar las paredes a modo de contraseña, señalar quizas al del bombín rojo, el más alto, o ser homónima tal vez. Por el contrario, sucumbí con el sonido inquisidor del silencio. Mi sitio era estar detrás de las nubes, debajo de la nieve, cualquier fuera de dentro, ¡fuera! ¡fueeera! -me decía de dentro a fuera.
La interrupción, la norma de lo inoportuno rompió la bolsa envolvente del establecimiento y el destello de la cerilla, la osadía de la inmersión, iluminó la vergüenza de la dualidad, el secreto de la gran noche lo que supuso que sus cuerpos se resvalasen de sus sitios hasta el suelo al mismo tiempo que sus uñas crecían lentamente maleables como serpentinas de colores por encima de sus cuerpos hacia donde yo permanecía. Mi cuerpo escupió el sudor frío del miedo. Estaba sujeta a mi misma. Me despiezaron la piel en un momento con finos y delicados cortes. Si una uña de ellos cortaba, la otra rascaba y la otra tiraba. Cada uña por su parte y, por todas partes porque curiosamente no se estorbaban las unas con las otras. Formaban una bóveda de nervios curvos de naturaleza córnea en una composición artística viviente, performance diría yo. Y resulta que la sangre no salía de los minúsculos trozos extraídos por lo que no morí desangrada sino más bien por el chute atizado, equivocado, que me me había metido en el cuerpo antes de entrar al recinto.
Tengo entendido que cada año le ocurre a alguien algo parecido, siendo la victima aleatoria del castigo por la entrada a ese submundo que no abre ella sola.